Durante más de trescientos años la
inquisición marcó la vida cotidiana de los españoles. Sobre esta institución
hay muchas verdades, pero también mucha leyenda. Normalmente la mayoría de los que se acercan
al conocimiento del Santo Oficio, se fijan en las formas de tortura y de
represión de las personas que creían, pensaban o sentían de forma diferente a
lo que la iglesia predicaba. Sin embargo, la huella de la inquisición fue más
allá, tanto por lo prolongada de su acción, como por el eco que provocó en las
costumbres del pueblo. Cuando hablamos del pueblo, empezamos la aproximación a
ese umbral de nuestro pasado que es la historia local. Sin la historia local
podemos perder la perspectiva espacial de nuestro pasado. Por eso es tan
importante una pequeña obra de
apariencia, pero de gran impronta. Ese libro breve y de fácil lectura se titula
“La Mala Planta “y su autor es Alvaro Castro. Esta rigurosa y divulgativa obra
sobre la inquisición en Palma del Río es un valioso ejercicio de microhistoria
local. Saber cómo vivió y sufrió la población palmeña el fenómeno de la
inquisición también tiene sus lugares. Por eso desde hace un año, tanto el
Alvaro Castro como el que escribe, realizamos una ruta temática sobre la
Inquisición en Palma del Río. Aunque pensamos que sólo se haría una vez, en
cada cita aparece gente y postergamos el fin de este ejercicio de conocimiento
histórico. Este próximo sábado 21 de abril será la cuarta vez que hablaremos
sobre la Inquisición en Palma.
La inquisición durante todo su periodo de
acción levantó una burocracia compleja que con el tiempo necesitó recursos
económicos para ampliar su represión y poder. Y aquí es donde entra en juego un
organismo creado por el Santo Oficio para financiarse. Con el nombre de Real
Fisco de la Inquisición, el santo oficio en 1550 creó su propia entidad fiscal
para obtener recursos económicos y manejar sus finanzas (ingresos por
canonjías, obras pías, etc… ). Quizás el apartado más oscuro y que
probablemente le dio más ingresos, fue la confiscación de bienes de los
procesados por el Santo Oficio. La Inquisición no sólo podía apresarte,
encerrarte, juzgarte y (si finalmente
eras condenado a muerte) “relajarte “. La relajación era el término utilizado
para denominar la ejecución pública (auto de fe) tras la condena del tribunal.
Esta entrada lleva el título de Real fisco,
porque en una visita al archivo de Protocolos Notariales de Posadas,
consultando información sobre Palma del Río, encontré un documento en la caja
0149 en el cual el Real Fisco de la Inquisición de Córdoba aparece en una escritura notarial de Palma del
Río. Según este documento, en el año
1670 Ana de León que vivía en la Calle Salvador y era viuda de Domingo García
se obligaba a pagar 2.400 reales de vellón del precio y valor de un mulo que “ nos
fió y vendió en dicha cantidad y en cuyo derecho y acción sucedió al Real Fisco
de la Inquisición de la Ciudad de Córdoba por el alcance de maravedís que se hizo de
otorgar por Rodríguez del Caño como depositario que fue de los bienes
secuestrados a Juan Fernández Martos , relajado que fue vecino de la villa de
Marchena “.
Como aparece el documento la Inquisición no
se conformaba con “relajarte “, también confiscaba todos tus bienes y
posteriormente sacaba provecho económico de esas propiedades requisadas a los
que habían sido penados (aunque sólo fuera un mulo). En esta ocasión sólo
podemos conocer una pequeña parte del fenómeno inquisitorial, pero su sombra ocupaba
todos los ámbitos de la vida de los que fueron tocados por el santo oficio.