Las ferias actuales tienen su
precedente histórico en los mercados anuales relacionados con el sector
primario que servían para intercambiar productos, animales y mercaderías. El
origen y desarrollo de estos lugares de comercio se produce durante el Medievo
y el caso de Palma es modélico. Desde finales de la Baja Edad Media se organiza
el comercio de nuestro pueblo, mediante una feria anual que se posicionaba en
la calle del mismo nombre. La actual feria de agosto, tiene como precedente el
mercado que el Rey Juan II en 1451 concedió al 6º Señor de Palma Martín
Fernández Portocarrero “de 15 días de duración y que habría de comenzar el día
de Santa María de agosto”.
Esta feria anual se convirtió en
referente en todo el valle medio del Guadalquivir y era objeto de protección
especial por parte de la familia Portocarrero. En la Edad Moderna, el comercio aumenta
y se va extendiendo, comenzando a existir mercados locales de carácter anual en
muchos pueblos. Estos mercados ocasionales en otras villas de la comarca, a pesar
de no tener la importancia de la feria palmeña, levantaron las suspicacias del
conde de Palma. Esta situación de posible amenaza a los intereses económicos
del condado, que mediante alcabalas e impuestos era beneficiario de las
negocios efectuados en la feria, provocó la puesta en marcha de pleitos para
defender la primacía de la feria de Palma en la comarca.
Por esta razón, comenzó un proceso
judicial contra el concejo de la villa de Lora, por su supuesta permisividad
con un mercado que se organizaba alrededor de la festividad de Setefilla. De
estas demandas judiciales fechadas en el año 1616, se conservan un par de
ejemplos en la documentación histórica de la Real Chancillería de Granada.
Gracias a estos legajos podemos saber que la feria de Palma tradicionalmente comenzaba
el 24 de agosto, coincidiendo con la festividad de San Bartolomé.
Ordinariamente el mercado duraba entre siete y ocho días, por lo que terminaba
a principios del mes de septiembre. Unos días después comenzaba en Lora la
festividad que conmemoraba la virgen de Setefilla y coincidiendo con sus
fiestas se organizaba un pequeño mercado. Por este motivo el condado de Palma
interpone pleitos para defender la feria “de todo daño y perjuicio del
privilegio y feria antiquísima que en la villa de palma se hace desde quince
días del mes de agosto hasta quince días del més de septiembre de cada año, del
cual me ha venido y viene notable por hacer feria dentro de este tiempo”.
Como en todos los procesos
judiciales el demandado, en este caso el concejo de la villa de Lora, se
defendía alegando que no existía tal mercado si no “el concurso de mucha gente
a las fiestas de Setefilla”. Además, según este concejo los beneficios de los
impuestos (alcabalas) sobre las pequeñas ventas que se realizaban alrededor de
esta festividad no iban para el propio concejo, si no que recaían en el conde
olivares.
La actividad económica, social e
incluso cultural se veía condicionada por estas ferias que alteraban el
tranquilo discurrir de una villa rural. En la actualidad la feria ha cambiado
pero no se debe olvidar los orígenes de estos acontecimientos que han marcado
la historia de un pueblo.